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Bienvenidos: El presente blog se ha creado con la pretensión de exponer mi opinión al respecto de temas variados referidos a la Organización del Centro Escolar, intentando formarme para llegar a ser más competente como futura maestra. Espero que os agrade y que participeis activamente enriqueciéndome con vuestra opinión.

Mi lema es: 'Educar para formar personas'.

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domingo, 13 de febrero de 2011

Modelos de gestión de la convivencia en centros educativos.


Antes de comentar el texto de Juan Carlos Torrego Seijo, procedo a realizar algunas puntualizaciones sobre la significación de la convivencia y por qué se le confiere tanta relevancia hoy en día.

En la actualidad, se vive un auge del uso de la violencia en nuestro entorno más cercano para la resolución de conflictos a todos los niveles. Es algo que observamos cada vez con más facilidad y suelen tratarse de agresiones tanto físicas como verbales, ¿este contexto está condicionado por los inputs recibidos en distintos medios de comunicación? ¿Por la desensibilización creada tras años de visualización de escenas brutales en la prensa? ¿Por una educación familiar y educativa distinta a la de hace unos años? ¿Por una formación menos específica del profesorado?, en mi opinión esta nueva realidad está condicionada, no solo por los factores anteriormente mencionados sino por multitud de más, los cuales han influenciado en mayor o menor medida esta situación.
El ámbito educativo no se libra de estas nuevas actuaciones. Todos los días, en cualquier centro, de cualquier población, se producen conflictos, problemas de relación y comunicación que afectan a la convivencia, requeriendo la necesidad de saber actuar de la forma más precisa como futuros profesionales de la educación. Estas actuaciones no deben estar encauzadas únicamente para la resolución de conflictos que puedan surgir, sino para también evitarlos en la medida de lo posible, y más cuando nos movemos en niveles básicos educacionales donde se asientan conocimientos pero también se perpetuan actitudes y valores.
Muchos profesionales no poseen las herramientas necesarias para posibilitar que se solucionen de forma óptima todos estos comportamiento disruptivos y, optan por la vía que conocen y que se ha venido transmitiendo desde tiempo atrás: el modelo punitivo, en el que se castiga al sujeto que ha demostrado un comportamiento inadecuado que afecta tanto a los discentes como a los propios docentes o al mobiliario y material del centro. Pero, en este sentido, no se ha enseñado al alumno lo que está correcto y por qué, tan solo se le ha dicho que no debe realizarse esa acción y se le ha impuesto un castigo haciendo que, a posteriori, repita el comportamiento porque no sabe de qué otra forma actuar; la víctima, además, tampoco ve restaurada su compostura y refuerza su imagen de indefensión. Se han reforzado dos actitudes que no son deseadas: por un lado la del alumno que ha creado la situación en conflicto al cual se le refuerza la imagen etiquetándole de ‘niño malo’, y, por otro lado, la del alumno que ha recibido una ofensa o ha sido vilipendiado, al cual se le refuerza una imagen de sí mismo de debilidad y desconfianza hacia sus compañeros, no desarrollando todo su potencial de inclusión en el grupo de clase. Estas actitudes controladas y creadas por los propios profesores provocan el efecto pigmalion o de la 'profecía autocumplida' en el que cada alumno realizará el papel que se le ha otorgado y lo que se espera de él.
Una de los mecanismos por los que podríamos evitar esta situación, es exigirnos a nosotros mismos como docentes una formación más específica sobre el tema de la convivencia y resolución de conflictos pacíficamente. Para ello, requeriremos de la realización de cursos o complementos de formación que nos guían y ayuden a solucionar y prevenir problemáticas creadas en las aulas mediante una metodología distinta.
El siguiente modelo planteado por el autor del texto trata de un sistema relacional.  Este modelo intenta que las partes implicadas en la disputa dialoguen pacíficamete de forma privada hasta llegar a una resolución del conflicto en el que se haga comprender por qué está mal la acción realizada, cual es el castigo más apropiado y llevar a cabo una disculpa a la persona agredida.
Se diferencia, esencialmente, del modelo integrado en que este último es de carácter público e interviene una tercera persona, adulta, competente para la resolución de conflictos, y que potencia la construcción de la personalidad moral de los miembros de la comunidad educativa y su autorregulación, lo cual incide de forma muy positiva en la convivencia en los centros educativos, y busca como objetivo final el aprendizaje para la vida en una sociedad más democrática y más justa. Ese es el motivo de por qué se hace público: se hace partícipes a todos los miembros de la comunidad educativa para buscar una solución y evitar esta misma actitud en otros alumnos.
La gestión democrática de la convivencia se debe desarrollar sobre ejes consistentes como la creación participativa de normas, que implicará a toda el centro en la optimización de normas conductuales que se irán ampliando según se vea la necesidad por alguna de las partes (docentes, equipo directivo, alumnado o padres), el establecimiento de protocolos de intervención ante el incumplimiento de las normas en el que se plantearía una reunión entre los implicados para facilitar el diálogo, la creación de un equipo de mediación por y para la convivencia y formado por un especialista en la resolución de conflictos, y el desarrollo de planes preventivos tales como reuniones o charlas informativas a padres y la dedicación de, por lo menos, una sesión lectiva a la semana para crear lemas por la paz, la tolerancia, el compañerismo…que conduzcan a una buena praxis de este asunto.
Los propios alumnos serán los que autoregulen su conducta porque sabrán en cada momento por qué han hecho algo malo y qué deben hacer para evitarlo, siempre guiados por los adultos (mediadores, profesores o familia). Ellos mismos conocerán las normas que hay que cumplir porque en muchos casos, las habrán generado o modificado.
En definitiva, crear una escuela que eduque en valores y que busque la participación activa de todos los entes educativos incluyendo a las familias como pilar fundamental para el éxito de esta propuesta.
Ante la supuesta desprotección de los profesores ante agresiones de los alumnos o de sus padres, ya existe una Ley general que les ampara y a la que se puede recurrir en caso de necesitarlo, por lo que veo innecesaria la implantación de una nueva Ley que les otorgue una consideración de 'agente de autoridad'. De hecho, una de las características personales que debe cumplir un docente para ejercer su profesión de forma correcta, es hacerse valer, no de manera imperativa, sino por su propia experiencia y buen criterio profesional.
El problema no es regularlo en el marco legislativo sino crear programas educativos dirigidos a menores como a padres para afianzar la confianza perdida en el profesorado, muchas veces, en parte, por culpa de los docentes por su incapacidad comunicativa con las familias o su incapacidad de adaptación a los nuevos tiempos, ya que lo que valía 'antes' no tiene por qué valer 'hoy' porque la sociedad evoluciona y la escuela debe evolucionar paralelamente.
Uno de los riesgos de la imposición de las normas es la no asumición de las mismas así como que no se correspondan con la realidad social y cultural de su entorno, para la cual siempre es imprescindible averiguar, mediante distintas metodologías, qué tipo de alumnado tenemos y qué aspiraciones e ideas poseen, siendo un continuo de enseñanza-aprendizaje de doble flujo del que se retroalimenten todos los participantes de una escuela plural e inclusiva.
Es en el propio centro educativo donde se deben regular todas estas consideraciones, que deben ser revisadas y/o modificadas por toda la comunidad educativa (en la PGA), en su conjunto, siendo de carácter colaborativo para el buen funcionamiento y cumplimiento del mismo.
Desde mi experiencia actual, en las prácticas de 2º, como he expuesto anteriormente, el modelo predominante es el punitivo en muchos casos por desconocimiento de otras herramientas que pueden estar a su alcance pero que no proponen en claustro.

Uno de los aspectos más interesante del vídeo:
(http://www.vtelevision.es/programas/controlv/2011/01/22/0031_32_51793.htm) es el momento de la escuela O'Pelouro, en que hacen referencia al profesor no como un agente de autoridad sino como un agente de consenso y participativo enmarcado en una escuela plural, democrática y laica extrayendo lo mejor de cada alumno y no recriminándole lo negativo (no se centran en lo malo sino en lo positivo y lo que puede dar de sí), forma que evita, en gran medida, el fracaso escolar. Es, por tanto una escuela que tiene en cuenta al alumno como centro del proceso educativo. Los alumnos pueden expresar sus ideas y sentimientos libremente y sin tapujos creando ellos mismos su propio aprendizaje.

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